Un día mi hermano menor, con su primer sueldo,
le regaló a mi hermano mayor una bici, solo porque imaginó, o supo... que le
iba a gustar. Una bici especial y hermosa, como nosotros tres.
A mi me daba terror andar en bicicleta, pero me encantaba, una de esas
cosas que uno quiere elegir pero que no se anima...
No bajaba de la vereda, me daba miedo molestar, parecer tonta y
otras cosas de esas sin sentido que nos pasan a todos con distintas metas y desafíos..
Yo seguía de novia, después de meses de
crisis, después de aceptar que mi pareja de 7 años no me llame por más de 10
días, después de agotarles la cabeza a mis hermanos con llamados, charlas,
consejos, llantos, fastidios, el no soltar... el no merecer.. el no, siempre
estaba presente el no antes que el si...
Un día mi novio me escribe un mail, y me pide de encontrarnos a
hablar.
Ese día de abril, soleado y frío, hablé con mi hermano mayor y
me dijo que lo única manera de equivocarme con la decisión sería no decidir
nada. Ir a ver qué quiere él, como siempre. Que yo decidiera si me quería
separar o no. Que si él quería seguir y yo no, no espere a que él tome la
decisión que yo no me animaba a tomar. Y que si él se quería separar, yo
debía plantearlo antes, por amor a mí, así, y solo así, sabría que yo decidí
vivir mi vida.
Después entendí que si mis hermanos habían atravesar sus
separaciones, y habían podido llorarlas... yo podía sobrevivir también a mucho.
Porque los dos fueron ejemplos para mi de amor, y de separación... que también
es amor. Soltar...
Fue uno de esos momentos en que el cuerpo camina en automático y
uno está lejos en otro plano, con las piernas que tiemblan y las manos que no
responden, cuando uno mira a los ojos pero ya está en otro lugar. Como si le
pasara a otra persona, cuando te vez desde afuera, y sin embargo... son los
instantes más verdaderos, en los que uno se siente vivo.
Le dije a mi novio que me quería separar. Que merecíamos ser
felices y que juntos no lo eramos... ni sabíamos como serlo por más deseos
que tuviéramos de que así fuera. Dije: "yo me quiero separar
porque merezco ser feliz, y me arriesgo a poder serlo".
Y me escuché y todo tuvo sentido. Y fue el momento más liberador
de mi vida hasta ahora.
Y entonces después de que él se alejara lo llamé a mi hermano
menor. Y le dije: me separé. Y me dijo: dónde estás? Y le dije: no puedo
respirar. Y me dijo: voy.
Y yo de pronto estaba sola, con arcadas, sin poder mover los
pies, asustada.
Y lo veo acercarse por esas veredas que caminamos los tres mil
veces, llenas de brillos de atardecer, de viento, y hojas.
Y me abrazó, me sostuvo y me dijo: vamos.
Y sin preguntar nada lo llamó a mi hermano mayor y le dijo: vamos para tu casa. Y entonces me dijo: agarremos las bicis.
Y yo me subí a la bici, porque son esos momentos en que a uno no
le importa más nada, ni matarse. Y son los mejores momentos para aprovechar a
hacer lo que da tanto miedo.
Y pasamos la tarde refugiados del mundo, sin hablar del tema,
porque finalmente ya no había más nada que decir. Y me hicieron ver miles de
videos graciosos de internet, mientras yo lloraba y me reía, y tomábamos té.
Y un día mi hermano mayor me prestó esa misma bici, para
que yo la use como mía, la Musetta, y un día mi hermano menor me regaló una
patente pintada por él, que había prometido darme cuando la merezca, y la
merecí, orgullosa, y la patente dice: Libertad.
Y hoy... con tanto bardo en la cabeza, tomo té, y pienso en eso,
y veo la Musetta estacionada en mi casa. Y lloro emocionada, y me sonrío. Y me
siento grande, linda y me siento yo.
Y cada vez que me subo a la bici entiendo que todo es una
construcción que uno hace y que merece.
Y esa certeza y ésta relación de hermanos es lo más lindo que
tengo en la vida, y lo que me hace fuerte cuando me siento débil.
Qué más puedo pedirle a la vida que esta historia de amor entre
nosotros y esta bici que significa tantas cosas.